viernes, 30 de junio de 2017

La Curva Maldita


Brandi y Diego ya llevaban dos horas y media en la carretera, comenzaban a aburrirse de ese viaje. En la radio dejo que colocar canciones de su agrado, los vehículos dejaron de verse hace unos diez minutos, el camino árido y repetitivo era cada vez más enfermizo, el sol había bajado tanto que parecía que los iba a besar. Si su abuela no se estuviera muriendo no harían ese viaje tan largo.
Brandi jugaba con un bolígrafo, sacando y metiendo la punta a cada rato. No encontraba otra cosa que hacer para matar el aburrimiento, ya había jugado con su cabello, bajado y subido el asiento, cambiado una y otra vez las emisoras buscando una que colocara una buena canción, jugo con su celular hasta que casi se queda sin batería, intentó jugar con Diego, pero este se oponía. Más vale que mi abuela me deje una buena herencia, este viaje es un fastidio, pensó.
Diego no quitaba la mirada del camino, deseaba poder ver un letrero que le indicara que ya llegaba a su destino. El trasero le dolía de estar tanto tiempo sentado, el camino le parecía tan aburrido como escuchar una clase de matemáticas; su mano derecha, que tenía en el volante, se comenzaba a entumecer, pisaba con tanta ferocidad el acelerador, superando los 130 km por horas, entre más rápido fuera más rápido llegaría. Espero que esa vieja no se muera todavía o este viaje no valdrá la pena. Pensó.
Comenzaba a anochecer, la carretera se hacía cada vez más oscura. Las luces iluminaron el camino cuando ya casi desaparecía en la oscuridad, eso alivio un poco la situación. Aunque querían llegar a la casa de su abuelo los más pronto posible, no estaban tan desesperado para manejar en las oscuridad, en sus planes no estaba tener un accidente por una mujer que estaba en las ultimas. 
Cuando las luces encendieron Brandi se ubicó por donde iban, levantándose con algo de torpeza. Le da un vistazo a Diego, el cual se mantiene con su ceño fruncido y brazo recostado por la ventanilla.    
-                    ¿Te das cuenta por dónde vamos? –pregunta algo apaciguada.
-                    Por la carretera –responde ásperamente.
-                    No seas idiota –Brandi señala hacia adelante-. La curva maldita.
-                    ¿No me digas que crees en esa estúpida leyenda urbana?
-                    Claro que no creo – su voz es áspera al responder. Se acomoda en el asiento para no darle importancia al asunto -. Solo pensé que más adelante debe ser peligroso el camino, han ocurrido muchos accidentes por ese camino.
-                    Es porque la gente se caga creyendo que una mujer aparecerá pidiéndole un aventón y si uno no se detiene ella se sube sola a tu auto – Diego gruñe como perro -. Más le vale a ese fantasma que no se suba a mi auto o la violare.
La temperatura empezaba a decaer, a pesar de que no es muy de noche, hace frio. La carretera es recta, dos kilómetros más adelante había una curva - la curva maldita -. El camino esta rodeados de arboles tan densos que no dejaban espacio para mirar a través de ellos, y siendo de noche hacia más difícil la visión alguna. El camino solo es iluminado por la luna y faroles a cada veinte metros de distancia. Uno que otro farol titilaba como luces de navidad, aun así el camino seguía siendo visible.
Brandi observaba la densa oscuridad con curiosidad, pero tratando de mantener su escepticismo. No quería verse como una gallina en frente de Diego, era seguro que él se burlaría de ella hasta que llegaran a su destino. Si tuviera un cigarro lo sacaría, cada vez que pretendía ser ruda fumaba. Para olvidar la oscuridad abre la guantera con intensión de buscar algo que la distraiga, encuentra un paquete de cartas, le son perfectas para distraerse. Las saca de su caja, las barajea en sus manos, las luces se apagan sin previo aviso dejando la carretera más oscura de lo que ya esta.
Cuando vuelven las luces las cartas están regadas por el asiento y el piso, a Brandi le temblaban las manos. Diego la mira con su ceño fruncido, al verla temblando suelta una carcajada fría y con arrogancia.
-                    Te asustas de nada, eres patética.
-                    Todo se puso oscuro de repente, pudiste chocar.
-                    No seas estúpida, las luces del carro iluminan la carretera.
Diego siguió con sus burlas mientras Brandi recogía las cartas.  Una vez recogidas las cartas Brandi se pega a la ventana, ignorando las burlas de su compañero. Estaba molesta, le irritaba que la molestaran por algo tan absurdo; a cualquiera se les pueden caer unas estúpidas cartas, maldito idiota, pensó. Apretó las cartas con fuerza, la impotencia la dominaba.
-                    No aprietes así las cartas o se te caerán de nuevo –una carcajada acompaño esas palabras.
Brandi se voltea para replicar, pero las luces delanteras del carro titilan. Ella mira hacia adelante y ve que ya están cerca de la curva maldita. Clava en Diego una mirada sumisa y de preocupación.
-                    Maldita sea – gruñe el piloto -. Sabia que debía llevarlo al taller para arreglar esa falla.
Ve la mirada estúpida de Brandi, verla asustada se le causaba indigestión.
-                    Maldición mujer, no me mires así – dije toscamente el hombre -. Es una falla que tiene desde hace semanas. No es por esta estúpida leyenda urbana.
Siguen su trayecto sin preocupaciones, resultaba obvio que lo que ocurría eran cosas naturales; mal mantenimiento de los faros y el del vehículo, no ocurría nada paranormal. Tantas historias de fantasmas por ese lugar jugaban con la mente de las personas, eran simples juegos de niños, eso fue lo que se dijeron para calmarse.
Se acercaban a la curva, al verla se dieron cuenta que los cuentos a veces son exagerados. Siempre era descrita como un lugar lúgubre; al pasar por ese lugar un frio se apoderaba de tu cuerpo hasta el punto de casi dejarlo entumecido; el viento se colaba entres lo arboles produciendo un sonido muy parecido al de personas susurrando, el viento no solo producía ese sonido sino que también movía las ramas de los arboles asiéndote creer que sombras te observan y te seguían por el camino. 
Simplemente es una calle normal, el clima si es frio, pero es el habitual que se siente en las noches, el único sonido que se escuchaba era el del motor de carro, y las únicas sombras que te seguían eran las de los faros. ¿Curva maldita? Parece la curva de una montaña rusa para niños de 10 años, pensó Diego.
-                    ¿Esta es tu curva maldita? – pregunta Diego burlonamente -. Me orino en ella ja ja ja
Brandi no le pone cuidado, de hacerlo se hubiera irritado en gran manera.
Diego se burlaba como lo haría cualquier persona viendo una película de comedia, las luces del auto se vuelven a apagar al igual que todos los faroles. Diego toma el volante a toda prisa recordando la curva en su mente, no sabia por donde iba y hacia donde se dirigía, conducía a ciegas, vuelven las luces como un rápido flash de fotografía; frena bruscamente causando un efecto rebote en su cuello y el de Brandi. Las luces vuelven y ven que están fuera de peligro, el único daño que tenían era un dolor en el cuello.
-                    ¿Ves lo que hacen tus burlas? – vocifera Brandi.
-                    ¿Qué, sigues creyendo en esos cuentos de fantasmas? – el tono de voz era más frio que el que sentían en sus cuerpos -. Desde hace dos kilómetros las luces de los faros están fallando, y desde hace dos semanas este carro tiene una falla. Deja de pensar en cuentos de fantasmas, usa la lógica.
-                    ¿Acaso no lo viste? – dice temerosa.
-                    ¿Ver qué?
-                    Cuando las luces volvieron había alguien parado en medio de la calle.
-                    Creo que no lo vi, ah ya se, debe ser porque estaba ocupado ¡Salvando Nuestras Vidas!
-                    ¡Hablo en serio!
-                    Yo también. Mejor buscamos un lugar para dormir, ya empiezas a ver cosas.
Brandi sentía su cuerpo caliente, estaba segura que había visto a alguien en medio de la calle. No fue algo producto de su imaginación, o la falta de sueño, si vio a alguien. Pero Diego no le iba a creer, si le decía algo él se enojaría de nuevo y ella quedaría como una cobarde, no se podía permitir eso, que la vieran como una gallina asustada. Se repone en el asiento como si nada hubiera pasado, mantiene un aire de seguridad y tranquilidad.
Diego gruñía entre dientes, este viaje lo irritaba más de lo que había pensado, casi se estrellaban, su compañera no dejaba de decir estupideces, todo le pasaba por ir a ver a una vieja que ya estaba apunto de morir y su ultimo deseo era verlos a ambos. Pisaba el acelerador todo lo que podía, saldría de ese lugar lo más pronto posible. Las luces alumbran un letrero, en el se podía leer <Posada La carretera> <A 500 metros>. Aliviado, se relaje un poco, por fin podría descansar después de tantas horas en carretera, y con ese susto que acababa de tener, un descanso le haría bien.
La posado no se veía agradable, la pintura se le estaba cayendo a la pared, en algunas rincones estaba agujereada, parecía que se les había olvidado hacerle algo de mantenimiento al lugar. Pero como faltaban diez minutos para media noche lo ideal era dormir y mañana continuar con el viaje.
En el recibidor se encontraba un joven entre los 20 y 25 años, a pesar de su joven edad aparentaba tener más edad, su cara se arrugaba como una pasa, ojos saltones y algo desviados, no pasaba del metro setenta. Al ver a los visitantes se levanta de la silla para atenderlos.
-                    Buenas noches – dice el joven.
-                    Buenas noches – dicen ambos chicos.
-                    ¿En que puedo ayudarlos? – pregunta el joven.
-                    Queremos una habitación para pasar la noche.
-                    Por supuesto – el joven se agacha para buscar las llaves de una de las habitaciones.
Brandi detallaba cada rincón y objeto del lugar, los cuadros de casa antiguas con aspectos algo aterradores, las flores marchitas en uno de los jarrones, las telarañas en las esquinas. El joven le entrega las llaves a Diego, en eso se fija en Brandi.
-                  ¿Qué le parece el lugar? – pregunta el joven, con media sonrisa forzada.
-                   El lugar es algo… - Brandi buscaba una palabra para terminar la frase, pero no había una adecuada para describir el lugar.
-                  Desagradable
-                  No, no es eso – dice Brandi tratando de excusarse.
-                  No se preocupe, no me molestare – el joven no se molesta, solo sonríe tranquilamente-. Es difícil mantener este lugar en pie, esta zona no es muy apreciada. Nadie quiere pasar por esta carreta debido a esa estúpida leyenda urbana.
-                  ¿Tú no crees en ella? – pregunta Diego.
-                  Si nos ponemos a pensar, es algo estúpido. Un fantasma te pide un aventón, si no se lo das se te monta en el carro o te aparece adelante haciendo que choques. Si puede aparecer y desaparece a su antojo  ¿entonces para que pide un aventón? Es algo tonto, ¿no creen?
-                  ¿Y que me dice de los accidentes? –pregunta Brandi a la defensiva.
-                  ¿Apuesto que habrán notado que los faroles se apagan repentinamente? – ambos viajeros asienten -. Ahí esta el causante de los accidentes.
-                  Pero… - Brandi se sentía ofendida, seguía pensando en que vio a alguien en la carretera, justo en la curva-. Tal vez la leyenda sea verdad.
-                  Sin intensiones de ofender, pero es difícil de creer que un fantasma aparece en esa curva pidiendo un aventón y si lo dejas subir podrás ir a la ciudad tranquilamente, si no lo dejas subir te mata. Es algo irracional, ¿para que va a ir a la cuidad si luego se va a regresar a la curva? Eso no tiene sentido para mi.
-                  Es un fantasma
-                  Claro, eso le da más sentido – la ironía se sentía en cada palabra -. Como también tiene sentido que para librarte del fantasma debes llegar a la cuidad. La cuidad esta a nueve kilómetros de esa curva, ¿a que velocidad tendrás que ir por una carretera mal asfaltada antes de que te ataque el fantasma?
Brandi trata de decir algo, pero Diego la interrumpe ya harto de esa discusión sin sentido. Ya estaba harto de fantasmas, curvas malditas y todas esas fantasías sin sentido, solo quería dormir para estar relajado y seguir su viaje al día siguiente. Todavía le quedaban siete kilómetros por recorrer para llegar a la cuidad.
Brandi tomaba un baño, el agua era fría como el hielo, la bobilla de luz no funciona bien, se apagaba cada dos minutos y volvía a encenderse. A pesar de eso Brandi continuo con su baño, el agua fría le servía para aclarar su mente. Continuaba pensando en lo que había visto en la curva maldita, estaba segura que ese chico se equivocaba, si ocurría algo misterioso en aquel lugar. Si de verdad los accidentes ocurrían por culpa de los faros, ¿por qué nadie reportaba la falla para que los arreglaran? Posiblemente si fuera verdad y nadie decía nada para que siguieran ocurriendo accidentes, pero ¿qué ganaban con eso?  ¿Acaso alguien quería que siguieran ocurriendo accidentes? Si era así, ¿por qué lo hacían?
Para eso servía el agua fría, despejaba esas preguntas de su mente. Después de ese baño podría dormir tranquilamente sin nada que la moleste. Levanta la mirada para que el chorro de agua caiga sobre su cara. La bombilla se apaga, el baño dura unos segundos a oscura y vuelve la luz. El frio comenzaba a aumentar, el agua se enfriaba más y más, tan helada que Brandi sentía que se le congelaban los huesos. El agua ya no era tan agradable, los dientes de Brandi tiritaban, su cuerpo se congelaba con brusquedad. Cierra la regadera para salirse del baño. Nuevamente queda a oscuras.
Todo queda en absoluta oscuridad, la luz vuelve. Un corriente recorre la espalda desnuda de Brandi, a través de la cortina lo ve, ve algo que le da tanto miedo que la deja estática, una sobra. La sombra no se movía, permanecía de pie en un solo lugar. La luz se vuelve a ir, todo queda a oscuras otra vez, la luz vuelve. Ahora la sombra esta en dirección a la regadera, da unos pasos hacia adelante. Brandi lleva sus manos a la boca, no quería gritar, aunque era lo que más quería hacer. La sombra estira la mano y agarra la cortina; el cuerpo de Brandi temblaba y el frio no era el causante. La sombra corre la cortina y en eso se vuelve a ir la luz. Brandi cierra sus ojos para no ver lo que le esperaba cuando volviera la luz.
-                  ¡Que asco! Aquí hay un inodoro, no es necesario que orines en la regadera.
Brandi abre los ojos y ve a Diego farfullando parado ante ella, agarra la toalla  y se la lanza a Brandi.
La noche avanzaba, los viajeros dormían plácidamente, por fin después de tantas horas conseguían descansar. Brandi dormía bien abrigada con la sabana ya que dormía solo con la camisa puesta, su brazo envolviendo su cara y las piernas cruzadas. Diego dormía sin camisa, una pierna fuera de la cama, una mano metida debajo de la almohada, roncaba un poco.
Un sonido retumba en toda la habitación, provenía de afuera. Diego se levanta de un brinco porque reconoce ese sonido, el sonido de su pertenencia más valiosa, su carro. Al asomarse por la ventana ve la silueta de una persona metiéndole mano a su vehículo. Le pega un grito tan fuerte que se escucha por encima de la alarma. Corre a toda velocidad por las escaleras; en el mostrador no había nadie, de seguro el joven dormía. A la puerta de la posada no le había pasado llave, Diego se acerca al auto y en ese momento fue que se dio cuenta de que había dejado las llaves en la habitación. Aun así reviso su carro por fuera, no lo habían forzado para abrirlo, la alarma me alerto antes de que pudiera hacer algo al carro, pensó. Volvió a la habitación para buscar las llaves, apago la alarma y reviso el carro con más detalles.
Por más que revisara el carro no encontraba otra falla que no fuera la que siempre ha tenido. ¿Qué querían hacerle al vehículo? ¿Quién era esa persona que estaba de pie junto al carro? Diego entra en la posada buscando al joven, si no había salido por la alarma era por algo. No lo encontró en ningún lugar, ni en recepción ni en otro lugar. Ya entendía por qué no tenían muchos huéspedes en el lugar, porque los trataban de robar. Dejándose llevar por su ira, Diego orina la entrada del lugar, esa era su manera de presentar quejas por el mal trato que había recibido. Al terminar de orinar una brisa paso por todo el lugar, las ramas de los arboles se movieron, y por un escaso segundo se escucho como si los arboles silbaran llamando a alguien.
Brandi se subió el pantalón, se puso sus zapatos, se miro al espejo para arreglarse el cabello, se da media vuelta para verse el trasero, se subió un poco el pantalón y salió en busca de Diego. El cual se encontraba dentro del carro acelerando el motor, al pasar por la entrada de la posada sintió un fuerte olor a orina, inmediatamente se tapo la nariz.
-                  ¡Sube! – le grita Diego.
-                  ¿No piensas pagar?
-                  ¿Después de que trataron de robarme? Que se pudran.
-                  Me iré en el asiento trasero para seguir durmiendo.
Diego pisa el acelerador hasta casi fundirlo, ahora tenia más razones para llegar a la casa de su abuela, ya había dormido lo suficiente para estar pendiente de la carretera. Esta vez no le importaba si había un apagón en todo el estado, no se detendría hasta llegar a su destino.
No había más carros en la carretera, ellos eran los únicos que transitaban por esa carretera. Eso le dio placer a Diego, no tendría que ver otros carros mejores que el de él. Pero eso pronto acabaría, su abuelo tenia mucho dinero y cuando se muriera le dejaría algo de la herencia, con el dinero que le dieran se comprarías un carro nuevo. Si su abuela no tuviera dinero él hubiera inventado cualquier excusa para no tener que ir a visitarla, pero ya que necesitaba dinero y esa vieja tenia mucho dinero, valía la pena hacer ese largo viaje. 
La noche se hacia más densa, el camino se llenaba cada vez más de arboles, el camino se parecía a uno de película de terror, solo único que se podía apreciar con buen gusto era la luna llena que brillaba en todo su esplendor.
Diego se irrito al sentir que le clavaron las rodillas por la espalda, se voltio para insultar a Brandi por clavar sus rodillas en el asiento, pero al darse vuelta ve que ella esta acostada con las rodillas por el asiento del copiloto. Miro por detrás de su asiento y no había nada, ¿entonces que fue eso que sentí?, pensó. Sacudió su cabeza para despejar cualquier idea estúpida que pudiera llegar a su mente. No creía en los fantasmas, siempre decía “Yo le tengo miedo a los vivos, no a los muertos”. Se dijo así mismo que la falta de sueño era el causante de todo, solo durmió cerca de dos horas.
Se burlo de sí mismo por pensar en tantas boberías, ya era un hombre adulto, no un niño que se cree cualquier cuento cuando quieren asustarlo para que no moleste tanto. Miro a Brandi para asegurarse de lo haberla despertado cuando soltó una pequeña carcajada, seguía durmiendo como un bebe. Volvió a mirar la carretera, de la nada sale un animal que se atraviesa en toda la carretera. Sin tiempo de esquivarlo atropella al indefenso animal. Al bajarse del carro ve que mato a un pequeño venado.
-                  ¿Qué fue eso? –pregunta Brandi, exaltada.
-                  Nada – responde Diego -. Solo mate a Bambi. Vuelve a dormir que yo me encargo de esto.
 ¿Que hace por aquí y a esta hora un maldito venado?, pensó Diego. Por suerte freno a tiempo y no le paso por encima, de haberlo hecho hubiera partido por la mitad al animal, solo debía arrastrar al animal dentro del bosque para ocultar su cuerpo, nada complicado. Cargo el cuerpo en su brazos y se adentro en el bosque, solo la luna le alumbraba el camino.
Cuando estuvo bien adentro tiro el cuerpo en un arbusto, igual nadie descubrirá que el mato ese animal, y si lo descubrían ¿a quien le iba a importar? Se metió más en el bosque para orinar, mientras orina escucho un sonido que le llamo la atención. Miro entre los arboles y vio un rio, no muy grande. Termino de orinar y se acerco un poco, otro sonido llamo su atención. Escuchaba risas, risas juveniles que chapoteaban en el agua. Todo estaba oscuro, pero la luna se reflejaba en el agua y brillaba todo el rio. En eso la vio, la silueta de una joven mujer bañándose en el agua.
Una mujer hermosa jugaba en el agua, se podía detallar sus curvas, su cabello negro, pero Diego quería ver mejor todo su cuerpo. Dejo de pensar con su cerebro para acercarse a la chica, escucho el crujido de una rama. La chica volteo tapándose el pecho con el brazo y se hundió en el agua hasta que solo se veía de la boca para arriba.
Diego salió de las sombras sin subirse el cierre, una sonrisa se dibujaba en su rostro, su plan consistía en parecer inofensivo, no como una amenaza.
-                  Puedes continuar con lo tuyo – buscaba sonar jovial -, yo solo estaré por aquí apreciando el agua.
La joven le respondía con una sonrisa.
-                  ¿Por qué no la aprecias metiéndote en ella? – la chica surgió del agua mostrando lo mejor de su cuerpo. Se acerco a la orilla para ser vista mejor, echo su cabello para atrás, dio media vuelta para que se viera que su cabello llegaba hasta donde terminaba la espalda.
Diego no lo pensó dos veces y en menos de un parpadeo se desnudo, echo a volar su ropa por los aires. Al meter el pie en el agua sintió como si le pincharan con mil agujas, pronto todo se sentirá caliente, se dijo Diego asimismo. No le importaba lo frio que estuviera el agua, luego podría calentarse con el cuerpo de esa chica. Ella seguía dándole la espalda, solo mostraba su lado derecho de la cara, aun así seguía viéndose hermosa.
-                  ¿Y que hace una joven tan hermosa en un lugar tan solo bañándose sin nada puesto? - pregunta Diego acariciándole el cabello.
-                  Así se siente mejor el agua – respondió la chica.
-                  Eso puede traerte muchos peligros – los dedos de Diego acariciaron con delicadeza la espalda de la chica, la cual se estremeció de gusto.
-                  Esos peligrosos son tentadores – la chica mostro una mirada lasciva -. En ocasiones provoca dejarse llevar por ellos y hacer cualquier cosa.
-                  ¿Qué tipo de cosas te gustaría hacer?
-                  Que me orinaran encima como si fuera una violación.
Tal petición lo extraño, eso no era algo que se pedía habitualmente. Pero que se podía esperar de una chica que se bañaba a altas horas de la madrugada, no le importaría hacer ese tipo de cosas mientras pudiera acostarse con esa belleza.
-                 Es algo raro eso que me pides, pero si eso es lo que te gusta, pues, te complaceré  –beso el cuello de esa chica  a la vez que le apretaba un seno - ¿Qué te parece si me miras y me das un beso?
-                 No te va a gustar –contesta.
-                 Eres hermosa, por supuesto que me gustara.
-                 Espero que así sea.
La chica gira por su lado izquierdo, Diego cayó para atrás al ver que el medio rostro de la chica estaba comido. La carne se caía, tenia agujeros que mostraban los dientes, donde debía ir un ojo no lo había, la cuenca estaba vacía, la nariz se veía picada como si hubiera sido comida por pájaros.
-                 ¿Qué pasa, cariño, acaso no dijiste que te gustaría porque soy hermosa? – el ser horripilante caminaba hacia Diego, con media sonrisa, el otro lado era repulsivo y asqueroso - ¿Qué te parece si me das un beso?
Brandi dormía profundamente, apenas había reposado su cabeza en el asiento cayó dormida de inmediato. Sus sueños fueron interrumpidos al escuchar un grito que provenía del bosque. Se levanto de golpe, se asomo por la ventana y no vio a Diego, solo podía pensar lo peor. Trato de relajarse y hacerse la idea de que existía la posibilidad de que su compañero había tropezado con una rama y cayó al suelo.
Bajo del vehículo con calma, inhalo y exhalo, miro a sus alrededores y no veía ni un alma. Tal vez me quiere jugar una broma, fue otro pensamiento que paso por su mente. Buscaba valor de donde no lo tenía para aventurarse a ese bosque oscuro. Dio unos golpecitos en su pecho para dar los primeros pasos, los siguientes pasos que dio fueron por la inercia.
El lugar le aterraba, no dejaba de pensar que alguien saldría de los arboles y se le lanzaría encima. Todas las películas de terror que había visto en su vida pasando por su mente, los títulos, las muertes, las escenas más impactantes, todo. Con voz débil llamaba a Diego, esperanzada de que él respondiera a su llamado poco audible. Un murciélago voló de un lugar a otro, lo hace que casi le de un infarto a la pobre chica. Miraba la copa de los arboles viendo a ver si otro murciélago pretendía asustarla, sin esperárselo cayó sentada al tropezarse con algo. Se repuso de la caída, movió los arbustos con los que había tropezado y se encontró con el cadáver del venado. Grito fuertemente y corrió en dirección contraria al cuerpo del animal. Se detuvo al llegar al rio, se acerco para lavarse la cara. Se estremeció al sentir el contacto del agua, eso fue más que suficiente para tranquilizarla. Debajo de un árbol lo vio, el cuerpo desnudo de Diego. Lo llamo con rudeza, pero este no hice caso o movimiento alguno. Con pasos fuertes se acerco a él, dejándose llevar por la furia lo patea en el hombro, al caer el cuerpo pudo ver mejor. Diego tenia medio rostro comido, Brandi pego un grito que se escucho por todo el lugar, corrió sin mirar hacia atrás.   
Encendió el carro y piso el acelerador, tenia los nervios de punta, lo que acababa de ver fue lo más aterrador que vio en su vida. El vomito salió de su boca sin pedir permiso, ella ni se molesto en detenerse, prefería estar bañada en vomito que detenerse. Solo se sacudió un poco el vomito de la camisa, al levantar la mirada vio a una persona en la carretera, tenia el dedo pulgar extendido. No se le veía la cara, se veía como una sombra. Olvidándose de todas las historias que había escuchado siguió de largo sin prestarle atención a lo que estaba en la carretera.
Las lágrimas bajaban por las mejillas de Brandi, no las podía contener. El terror que sentía se volvía incontrolable con cada segundo que pasaba. Incluso se había orinado del susto, pero no le importaba sentir esa humedad caliente entre sus piernas con tal de llegar a la cuidad y librarse del mal.
<Ciudad a 500 metros>
Leer eso hizo sentir aliviada a brandi, ya solo le faltaba poco para poder estar tranquila. Una risa de tonta salía de su boca, quería gritar de felicidad, podía ver los edificios, solo faltaban metros. Un frio recorrió su cuerpo, en su espalda sintió unas rodillas clavándosele, su sonrisa desvaneció. Las lágrimas volvieron a bañar su cara, miro por el espejo retrovisor y pude ver a alguien sentado detrás de ella. Miraba el piso lo que fuera eso, Brandi, por más que quisiera dejar de mirar no podía. Poco a poco esa cosa fue levantando la cabeza. Solo faltaban 100 metros para llegar a la cuidad. 

A los días siguientes se escucharon muchos rumores por toda la cuidad. Algunos decían que una pareja de jóvenes se habían metido en la casa abandonada, donde hace tiempo atrás un sujeto obsesionado con la belleza de una chica, intento comerle el rostro, pero la policía lo detuvo cuando iba por la mitad. Ese sujeto fue encontrado con la cabeza metida en el inodoro de la prisión. Muchos rumoraban que fueron atacados por espíritus malignos que acabaron con sus vidas. Los más escépticos comentaban que la chica se había inspirado en esa historia y quiso cometer el mismo crimen matando al chico como en venganza por las mujeres. Otros decían que ambos venían ebrios de una fiesta, la chica mato al chico y luego se suicido. Nadie resolvió el misterio, nadie supo la verdad de los hechos. Solo hubo especulaciones, algunos creían que fueron fantasmas, otros creyeron que fue el alcohol, el crimen nunca fue resuelto.

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