Aun recuerdo aquel día, yo apenas era un
chico. Además, era navidad. Recuerdo las luces de mi vecino de enfrente, eran
tan brillantes, los diversos colores, y el sin fin de adornos, como me
encantaba el Santa Claus que adornaba el techo. Vi desde mi ventana como ellos
disfrutaron de una buena cena, los vi tan felices, tan llenos de…, de vida.
¿Cómo sé lo que hacían mis vecinos? Sencillo, yo los observaba desde mi
ventana. ¿Por qué un pequeño niño espiaba a sus vecinos en vez de celebrar tan
hermosa festividad? Eso también es fácil de responder. Yo prefería ver lo que
estaba más allá de mi ventana que ver la trágica escena de mi familia reunida
alrededor de un ataúd.
Uno de mis seres queridos falleció a
horas de la madrugada, fue una trágica noticia para todos, en especial para la
persona que durmió junto al muerto por más de dos horas. Cuando recibí la
noticia me dolió, pero luego me pregunte, ¿como se habrá sentido esa persona al
despertar y lo primero que vio fue un cadáver? Trate de hacerme esa idea, ¿Se
lo imaginan, dormir plácidamente y al despertar encontrarse con que aquella
persona que tanto amas, esta muerta? Yo me hice esa pregunta, me aterro hasta
el fondo de mi ser, pero claro, yo era solo un chico, un chico tan pequeño que
puede temerle hasta su sombra.
En par de ocasiones mi madre me pidió
que me acercara al ataúd para ver al fallecido y mostrar mis condolencias, pero
yo no quería hacerlo por dos razones, 1) yo era tan pequeño que no alcazaba a
ver el muerto y, 2) me daba miedo. Como todo niño que siente miedo a un muerto,
pensaba que esté se levantaría de donde estaba y me comería. Tan sola la idea
de acercarme me aterraba hasta los huesos, ver a esa persona que tantas veces
me hizo reír ahora solo era un cuerpo inanimado, sin conciencia, sin alma. Así
que por esas razones preferí seguir pegado a la ventana.
Debo admitir que estar en la ventana
tampoco fue una buena idea, desde ella podía ver a las personas en la calle.
Podía ver como ellas reían y disfrutaban de la fecha, mientras yo me encontraba
encerrado en una casa porque dada las fechas era muy complicado que todos pudieran
llegar a una sala de velatorio a despedir el muerto. Una vez que te detienes
unos segundos a pensarlo te das cuenta de lo absurdo que puede llegar a ser
todo. Vi a familiares los cuales no veía en años, se presentaron solo para ese
momento, una supuesta despedida de un ser que todos extrañaremos, pero de ser
así, ¿Por qué solo aparecen cuando esa persona ya no esta? ¿Dónde estuvieron
cuando esa persona aun seguía en este plano terrenal? Así que todo aquello no
era una simple despedida, era más un compromiso moral que un acto de
solidaridad familiar.
Luego de constantes insistencias de mi
madre me acerque al cuerpo, pero como mencione anteriormente, yo no llegaba a
verlo. Pero un generoso familiar, uno de fuertes brazos tuvo la amabilidad de levantarme
lo suficiente para ver al fallecido. Y ahí lo vi, con los ojos cerrados, piel
pálida, sus dedos largos y huesudos, con su rostro demacrado. Lo mire
fijamente, me llene de miedo al pensar nuevamente que se levantaría y me
arrastraría con él, pero… ¿A dónde?
Nunca alguien había tenido la molestia de
explicarme a donde iban aquellos que partían de esta tierra, así que decidí
averiguarlo por mi cuenta.
Aprovechando que nos quedaríamos en la
casa, ya que era muy tarde para ir por la calle, tome la decisión de
inspeccionar el cadáver hasta descubrir a donde iban los que perecían. Pero
para tal experimento debía esperar a que todos estuvieran durmiendo, solo así
no me interrumpirían y yo podría actuar con plena libertad.
Durante las horas que espere luchando
contra el sueño, me imagine lo que podría ocurrir. Lo principal que me
imaginaba seguía siendo eso que ya les he mencionado anterioridad, que el
muerto se levantara. Otra de mis hipótesis trataba que el espíritu de esa
persona se me presentaría ante mí, ahí me pregunte, ¿estando en ese estado me
recordara? Una pregunta sencilla, pero una respuesta altamente difícil de
responder, ya que nadie sabe que ahí después de este mundo y no hay alguien que
pueda dar pruebas. Eso me aterraba, el pensar que esa persona no me recordara y
me persiguiera por toda la casa, atormentando a un pobre niño.
La habitación que me asignaron se
ubicaba al final de la casa, mientras el ataúd se encontraba en la sala, así
que para llegar hasta el debía pasar primero por un extenso pasillo. Un pasillo
que recuerdo muy bien. Recuerdo tan claramente la longitud de ese pasillo, como
lo único que lo iluminaba era la luz que entraba por la ventana de la sala;
recuerdo como mi cuerpo se paralizo cuando vi lo que tenia que recorrer, aun no
entiendo como un pasillo de cinco metros podía lograr que mi piel se erizara,
mi corazón latiera tan fuerte que incluso podía escucharlo, sentía un
escalofríos que empezaba donde termina mi columna y terminaba en mi nuca, un
escalofríos tan intenso que se sentía como si alguien respirara detrás de mi,
aun recuerdo ese miedo que sentía, que me hacia pensar en volver a la cama y
cubrirme hasta la cabeza con la sabana. Si eso era así con tan solo un pasillo,
¿Cómo seria cuando estuviera junto al cadáver?
Fui valiente y di el primer paso, pero
el miedo me tentaba a regresarme, aun así seguí avanzando. Después de varios
pasos me movía por inercia, ya no podía devolverme, sin olvidar que sentía como
si alguien me observara, temía voltear y encontrarme con algo que no me
agradara. Mi cuerpo se sentía como si estuviera presionado, incluso temblaba
del pavor que sentía. Una vez que llegue a la sala mi cuerpo no se alivio, la
poca luz que entraba por la ventana daba de lleno al ataúd, el cual se encontraba
abierto, solo debía mover una de las sillas y podría enfrentarme a los que me
estaba causando tanto miedo.
Y ahí estuve, frente a frente, mirándolo
a sus ojos cerrados, el muerto y yo. Un cuerpo tieso, incapaz de mover un
musculo, al cual se lo comerán los gusanos, estaba ahí bajo mis narices sin
hacer nada. Fue ahí cuando me pregunte, ¿esto es a lo que le temo? Estuve
observándolo por más de cinco minutos y nunca movió un musculo, la presencia
que sentía había desaparecido, ¿entonces que era? Así que hice lo imaginable,
una completa locura para alguien de mi edad. Me acosté debajo del ataúd a
esperar que algo sucediera.
Podía sentir el frio del suelo en mi
nuca y el dorso de mis manos al estar acostado viendo el ataúd. Lo único que
podía escuchar era el sonido del viento al pasearse por el extenso pasillo.
Puedo jurar que en algunos momentos lo escuche como pasos, lo que hizo que me
adhiera más al suelo. Sentía miedo, no tan solo por dormir a los pies de un
muerto, por estar a horas de la madrugada en la sala sumergido en la oscuridad,
mi mayor miedo era el no saber que podía pasar. Eso, eso es lo que más me
aterraba, la incertidumbre de no saber que me podía suceder estando en ese
lugar. El muerto no se levantaba, ni mostraba algún indicio de que lo fuera a
hacer, no aparecía su espíritu ni el de nadie, los objetos no se movían, no se
escuchaban sonidos extraños, no ocurría nada, entonces, ¿a que le temía?
Fue ahí cuando lo comprendí mejor, el
cadáver no se reanimaría ni intentaría atacarme, su espíritu tampoco me
aparecería a atormentarme, nada de eso ocurriría ya que él estaba muerto. Luego
de sacar esa conclusión me pregunte, ¿Qué hay después de la muerte? Lo pensé y
pensé por mucho tiempo, ¿Qué me ocurría luego de morir? ¿A dónde iría? ¿Podre
volver en forma de fantasma, y si lo hago tendré conciencia de eso? Tan solo de
pensarlo me aterraba, me di cuenta que mi mayor miedo no eran los muertos, mi
mayor miedo era la muerte. No ese ente maligno con hoz que se lleva a las
personas, me refiero a la muerte, el fin de la vida.
Los muertos, los fantasmas, los
monstruos, la oscuridad, todos ellos dejaron de causarme miedo, ahora mi miedo
era otro. Deseaba mantenerme niño por siempre y así nunca llegar a la vejez, el
paso más cercano a la muerte. Pero me detuve a pensar, no solo se llega a la
muerte por vejez, existen diferentes maneras de llegar a ella. Podría morirme
de enfermedad, podría morir al caer de las escaleras o en el baño, mi muerte
podría llegar por culpa de un conductor despistado, o incluso una bala perdida.
La muerte esta en todas partes, nos rodea con sus brazos. Podemos correr lejos
de ella, aun así seguirá siendo imposible escapar de ella.
Permanecí acostado en el suelo, tener un
cadáver arriba de mí ya no me aterraba, me aterra terminar como él. Encerrado
en una caja de madera, inerte, sin vida, ya nunca más volver a abrir los ojos.
Aunque estar en ese estado no era el mayor de los horrores, el no saber que
ocurría con mi alma era lo que me atormentaba. ¿A dónde iría a parar? ¿Qué
sucedería? ¿Acaso una vez que falleciera todo acabaría? La vida es un simple
intervalo de tiempo efímero en la eternidad, tan corta como un suspiro, tan
rápida como un parpadeo, y tan fugaz como un rayo de luz.
Fui encontrado cuando salieron los primeros
rayos del alba. Al igual que el cadáver, yo también me encontraba en un estado
de petrificación, no podía mover ni un musculo. Todos creyeron que dormir
debajo de un ataúd causaría semejante trauma, aun más cuando eres tan pequeño
y, según ellos, no conoces nada de la vida. Para mí, son ellos los que no
comprende nada, la vida esa tan fácil de conocer, tienes un promedio de 80 años
para conocerla, cosa que solo te tomara un cuarto de tiempo de ese promedio. En
cambio la muerte no tiene un promedio, no hay estudios, no hay nada. Una vez
que mueras todo acabara, pero, ¿y si no acaba ahí? ¿Qué tal si hay algo después
de está? Y si lo hay, ¿Qué ocurre?
Mi madre me abrazaba y acariciaba mi espalda
mientras susurraba a mi oído que todo estaría bien, que pronto todo pasaría. No
puedo estar más de acuerdo con ella. Me gustaría decir que todo acaba aquí,
pero no es así. Aun falta el cementerio.
Aquel supuesto lugar de descanso para
nuestros cuerpos, el lugar donde descansaremos por toda la eternidad. Ya después
que sabes que tu cuerpo se empieza a descomponer y será comido por los gusanos
te das cuenta que tu cuerpo no descansa eternamente, simplemente descansa
momentáneamente. Lo que mayormente descansa son las cajas que se entierran. Y
en ese lugar si que había muchas.
Sin importar a que dirección mirase, lo
único que se podía ver infinidades de tumbas, millones de cajas enterradas, sin
fin de epitafios en lapidas, innumerable personas que habían partido a un plano
astral. Ese día yo presencie el descenso de un cuerpo más, en ese momento pensé
que dentro de unos años yo también descendería a la tierra. Y no solo yo,
también lo harían aquellas personas que se encontraban conmigo en ese lugar.
Sin importar que tan bien cuidaran su salud, comieran adecuadamente, hicieran
ejercicios, fueran alegres o amargados, gentiles o egoístas, todos y cada uno
mordería el polvo.
Llore, llore sin cesar, mis lagrimas
tibias recorrían mis mejillas. Como era de suponerse, todos pensaron que mis
lagrimas eran causa de la tristeza de perder a un ser tan allegado, pero no era
así. El origen de mis lagrimas venia por pensar que yo terminare igual, en un
futuro yo también seré encerrado en una caja que cuidara mi cuerpo por cierto
tiempo. Eso por un lado, aun estaba el hecho de no saber que me depara después
que deje este mundo, a pesar de lo mucho que he investigado sigo sin
respuestas, sigo sin la menor idea de que hay más allá.
Mi querida madre me abrazo fuerte,
lloraba conmigo, claro que nuestros llantos eran por diferentes razones.
Levante mi mirada para ver su cara, vi como las lagrimas caían de sus mejillas,
y por varios minutos pensé que pronto la vería a ella partir lejos de mi.
Después de eso solo la pude imaginar como un esqueleto con la ropa de mi madre abrazándome.
Vi a los demás presentes, y al igual que mi madre, ellos también se volvieron
esqueletos para mí, porque al final de cuentas todos terminaremos igual.
Mire mis manos, primero piel, luego
gusanos comiéndosela dejando un esqueleto, yo también terminare igual que ellos,
después de todo, nadie escapa de la muerte. Ni tú, ni el que tienes a tu lado,
ni esa persona en la que estas pensando, ni yo, escaparemos de la muerte y de
su incomprendido misterio. Ahora solo debo preguntarte una cosa:
¿Qué hay más
allá?